Escogemos color de las paredes

    Pesares que humedecen las almohadas,
    perennes males que cuentan las estaciones,
    astillas incrustadas en las retinas,
    quejas mudas que reflotan en alcohol.
    
    Hay quien aprieta los dientes ante sonrisas ajenas
    sin saber cómo ni cuándo les tocará el turno
    de no tener que garabatearlas en sus propias caras
    y dar brillo a sus miradas,
    a fuerza de frotar.
    
    Todos buscan el remedio
    caza de la quimera que se escurre entre los dedos.
    Lenguas bailan sobre lo sagrado:
    para lograr una porción del paraíso
    ya no hay que cruzar al otro barrio.
    
    Cada uno te cuenta su receta
    unas son gratis
    otras por transferencia.
    Se puja, se compra,
    se finge,
    se rebaña.
    
    En fascículos apuestas en opciones combinadas
    de un surtido
    de placeres
    que prometen.
    Cargar contra tus males cabalgando el carpe diem
    dejando atrás los problemas, en la cuneta.
    Embragar sexta. Que pierdan la estela.
    Alcanzar la meta que aspiran
    derrape en sus venas.
    
    Dichosa soma.
    
    Inmersos en la caza, retozando,
    pateando los disgustos para otro rato.
    Los pies en la trampa de néctar
    planta que cierra
    como una prensa
    sus mandíbulas.
    
    Y en sus entrañas, danzamos, cegados,
    pensando
    que nos quiten lo bailao.
    
    Y alrededor gira el mundo
    fuera
    de nuestro ángulo de visión.
    

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